CAÓTICA YO - Mañana de domingo

Echando la vista hacia atrás diría que tomé poco café. No es que tuviese mal día. Es que realmente el mundo me molestaba. Prefería dormir a dar un paso más bajo el sol de una mañana cálida de los primeros días de Junio.

No llegaban a ser las 9:30 am. El pueblo todavía estaba dormido. Las flores de los patios olían rancias y la humedad hacía que respirar fuese más difícil que de costumbre. El cementerio estaba vacío y el camino de tierra hasta el circuito embarrado por las lluvias de los últimos meses. Me hacía gracia pensar que el cementerio estaba más cerca del centro del pueblo que mi casa. Realmente el cementerio está mejor situado que el 80% de las casas.

El hecho de tener que pisar el barro con las zapas que me había puesto me ponía de peor humor. Los coches se sucedían por un camino que tantas y tantas veces había hecho en absoluta soledad. La ansiedad y el egoísmo les hacía intentar adelantarse donde no se puede, cruzarse los unos con los otros a velocidades no permitidas y olvidar que el camino a las afueras de un pueblo del tamaño de una cáscara de nuez no es una autovía donde poner a prueba tu coche. Me los imaginaba como hormigas peleándose y pisándose los unos a los otros por una miga de pan duro. Podredumbre. Todo me daba asco. Incluso el sonido de los motores rugiendo, que tantas veces me había gustado, hoy me daba asco.

La situación era grotesca. A veces las cosas buenas sacan lo peor de nosotros. Todos íbamos entrando siguiendo el camino mientras padres de familia parecían niños de colegio corriendo para adelantarte y llegar antes que tu. ¿a qué? me preguntaba. El circuito estaba lleno a reventar. Mujeres haciendo videos. Hombres nerviosos. Niños aprendiendo a tener las aficiones de sus padres. Chicas sonrientes ofreciéndote más y más servicios con los que completar tu "experiencia" -el robo inicial no había sido suficiente-. Si. Yo estaba fuera de lugar.

El chirriar de la goma desgastándose en el suelo guiaba mi camino. Hoy tocaba derrapar con el coche.

Cuando te montas en el coche te das cuenta de lo poco que se disfruta cuando las cosas salen porque otro te las prepara, pero no porque tu consigas hacerlas. Derrapar con un coche trucado en un circuito pintado con pintura para derrapar me hacía pensar que era como pagar por sexo.

Cada paso que daba para alejarme de allí aflojaba el nudo de mi estómago. Ni siquiera podía tachar de mi lista de cosas por hacer "derrapar con el coche" porque es algo que ya estaba tachado. Sólo quería volver a la soledad de un pueblo en una mañana de domingo.

En el cementerio había un entierro. Los perros tiraban de sus dueños ansiosos por llegar al parque. El café empezaba a hacer efecto.

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